Memorias de mi infancia
"Aquellos tebeos de posguerra"
Era un tiempo en que todos los vecinos se conocían, existía una cierta solidaridad entre aquellos hombres y mujeres que compartían un espacio, unos problemas y unas necesidades.
Acude a mi mente la imagen de aquellos uniformes a rayas y con el cuello de color azul. Los recuerdos de aquella época escolar son muy poco claras, no los recuerdo demasiado felices, todo funcionaba a golpe de falta, a golpe de regla…. estaban también aquellos cursos de catecismo. No fue una etapa muy dichosa: "El colegio me disgustó". Afortunadamente, teníamos una compensación familiar y podíamos jugar en la calle. Era en ella donde, al salir del cole, nos sentíamos vivos. Jugábamos al fútbol, al escondite, a las canicas, cambiamos cromos…. y leíamos tebeos
Durante los años inmediatamente posteriores al triunfo del glorioso movimiento nacional (sic), y como parte de un proceso de experimentación colectiva sin precedentes, se produjo una suerte de boom de la historieta, cuyas raíces se hundían en el auge alcanzado más de una década antes.
Aunque coartada por la censura y por la falta de contacto con las nuevas corrientes, la historieta del interior refleja un afán de originalidad y una continua búsqueda de nuevas formas de expresión que, poco a poco, irán consiguiendo una mayor calidad artística.
Es por eso que los tebeos se convierten en vehículo de una memoria redescubridora, que indaga en lo pequeño y vulgar esperando sorprender allí una clave sobre el yo presente y sus posibilidades de plenitud. Los cines de barrio gozosamente abigarrados, los niños que comprábamos bolitas de anís y caramelos de perra gorda, los tranvías en el centro de Barcelona, el tebeo que una maestro le quita a un niño... constantemente un motivo nimio se convierte en trampolín para el recuerdo.
Uno de los logros de aquellos tebeos fue el distanciamiento de la dramatización, la naturalidad con que convivieron los tebeos humorísticos con los de aventuras. La sintaxis, basada principalmente en la coordinación, daba a la narración un ritmo ágil que nos conducía cómodamente por un mundo de fantasía y evasión, sus imágenes nos evadían de la morbosidad de la religión, de la brutalidad en las escuelas. Unas imágenes que se complementaban con la alegría de un día de campo abierto, con las peripecias de la seducción amorosa…
Actualmente de aquel sórdido laberinto, de aquella España de curas y silencio y de cutrez, la revisión de un pasado, tanto el cercano como el más lejano, solo queda aquel primer amor del que ella jamás llegó a enterarse y las escapadas al quiosco más cercano. Supongo que esto es de alguna manera lo que forma esas ilusiones de infancia. Y entre tanto recuerdo, destaca una colección que pasó, bajo mi punto de vista, injustamente inadvertida:
Ficha Técnica
Título: El Hombre de la Estrella, 1947.
Guión y Dibujos: Borné.
Características: 18 cuadernillos de 16 páginas y 8 cuadernillos de 10 páginas - 17 x 24.
Editorial: Bruguera (los números 14,15 y 16 no parecen estar dibujados por Borné).
En el 2009 se cumplen 62 años de la irrupción en los Kioscos un nuevo héroe enmascarado para deleite de la chiquillería de posguerra: “El Hombre de la Estrella”
En aquellos duros años posbélicos, no se admitían modas extranjeras ni ambientes sin controlar. Era una época de hambre, de persecuciones, de férrea censura, donde los jóvenes sólo teníamos aquellos héroes para hacemos soñar, para evadirnos de la cruda realidad. Al cómic de posguerra se le suele criticar el que estén plagados de acciones de lucha, pero posiblemente sin estos elementos, no habría alcanzado la gran audiencia que consiguió. Por lo que el intentar analizar una serie de aquellos tebeos no resulta tarea fácil. Hay que examinarlos con una especial sensibilidad y con una gran comprensión de los hechos históricos. Esos entrañables tebeos fueron un producto de su tiempo, un tiempo, afortunadamente, pasado y lejano.
No obstante y aunque el Hombre de la Estrella, pudiera ser considerado como una obra menor frente la inmensa popularidad de otros personajes que se publicaban por los mismos años, va siendo hora de conocer y apreciar lo nuestro como lo de los demás, no olvidarse de aquellos pioneros de nuestra historieta, porque sin autores como Borné, Gago, Martínez Osete, Darnís, etc., no se habrían inspirado otros autores mas conocidos hoy en día como Carlos Giménez por citar un ejemplo.
El Hombre de la Estrella, inicia sus peripecias en Lautemburgo capital del reino de Suravia contra el Rey Udolfo, odiado por todos sus súbditos a los que gobierna de forma tiránica, al que finalmente dará muerte liberando así al país de su tiranía.
Una constante en el mundo del tebeo de la época es la de que el héroe estuviera completamente desatendido, en el sentido de lo poco que sabemos del personaje, de sus gustos de sus aficiones. Se nos presenta como portador de una misión absorbente que no le permite más que ser un luchador justiciero, más allá del bien y del mal, y que la razón de su lucha es la injusticia, la agresión a una mujer, la expropiación injusta de unos bienes, el bandidaje o el crimen instaurados por el tirano de turno. Es curioso como en todos los tebeos de aquellos años en los que la aventura del héroe acaeciese en época histórica, éste luchaba siempre contra un tirano, contra quienes oprimían al pueblo.
La historia que se nos cuenta no reviste serias complicaciones arguméntales y se limita a ofrecernos un buen rato de diversión. El Hombre de la Estrella forma parte de aquellos mágicos tebeos con los que solíamos disfrutar de un sueño, de una ilusión, de unos instantes de alegría. Aún hoy, muchos de nosotros mantenemos en nuestras retinas el fulgor de la fascinación de aquellas páginas impresas.
En el dibujo de Borné es limpio y elegante, en el que la influencia de Freixas parece evidente, pero confiriéndole un estilo propio muy acorde con lo que se nos esta contando.
Se ha abominado y condenado a muchas de estas creaciones populares con unas cuantas frases intelectualoides, sin tener en cuenta que a pesar de sus posibles defectos o limitaciones existen gran número de aciertos, de carismáticos hallazgos, de delirantes situaciones que hacían volar nuestra imaginación, que nos ayudaban a conllevar las duras penalidades de una posguerra.
Este dibujante proporcionó a la juventud española de los años 40 otra saga de parecidas características: Mascara Verde, en la que la evolución del dibujo es evidente, perdiendo los personajes algo del estatismo que impera en algunas de las escenas de lucha del Hombre de la Estrella, pero esto es ya otra historia.
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