domingo, 22 de marzo de 2009

El espíritu de la selva. López Blanco.

Memoria sentimental en blanco y negro

"Seducir - dice Jean Baudrillard, - es abolir la realidad y sustituirla por la ilusión en el juego de las apariencias". Esta frase tiene relación con el culto a los tebeos nacidos en nuestra posguerra, en la que los más celebrados personajes que vieron la luz no solamente son recordados sino que se siguen reeditando.

Ha pasado casi sesenta años y estos héroes del bien y la justicia no decaen en el imaginario y mito popular y siguen ejerciendo de manera inalterable su juego de seducción en los que fuimos niños en esos años.

La historieta forma parte de nuestra historia cotidiana que buscó hacernos reír y soñar con nuestros personajes favoritos. No había nada más emocionante, cuando éramos niños era parar en el kiosco a visualizar las novedades hasta que te los podías comprar.

Son muchísimos los creadores de cientos de personajes que hicieron soñar durante años a varias generaciones de Españolitos. Cuando nos paramos a pensar en los personajes que perdimos y que hoy son historia, nos entran ganas de volver a ser niños, sin que nos importe lo que dirán, y volver a leer aquellos cuadernillos. Volver a reírte y disfrutar como antaño, recuperar la ilusión. La ilusión que crearan aquellos personajes ficticios pero que en definitiva formaron parte de nuestra realidad.


Los territorios de la fantasía

En los tebeos se proyectaban nuestros anhelos de fantasía y
de aventura en territorios lejanos, misteriosos y poblados de prodigios: islas del tesoro, Selvas inexpugnables, desiertos y los inalcanzables plantas de la ciencia-ficción, el rasgo común de la lejanía y la inaccesibilidad, cual viaje iniciático.

La historieta es una presencia prominente en la España franquista. Fuente de mitos. La historieta fue una fuerza financiera de enorme envergadura cuyo influjo abarcó todas las áreas del paisaje cultural español.

Cuantos leímos aquellos tebeos, participamos de un mismo universo referencial, unas experiencias vitales, unos hábitos de percepción e interpretación comunes que incluyen múltiples formas de ver, de escribir, de leer y de pensar.

Había tebeos para todas las edades y para muchas sensibilidades. Los había para entretener. Había diferentes tipos de tebeos; para los amantes de los seriales interminables y para degustadores del relato corto.

La historieta se consolidó como tal, en nuestro país, allá por el año 1944. Lo que está fuera de duda es que su desarrollo vital y máximo esplendor tuvo lugar en la década de los cincuenta; los personajes y series que ya forman parte de la mitología popular y los autores que alcanzarían inusitadas cotas artísticas existieron en un período que bien puede ser calificado como “edad dorada”.

Dicho periodo significó la aparición de las más importantes series del género humorístico, aventurero, policíaco, western y ciencia-ficción, a la vez que contemplo el desarrollo y cenit creativo de los más fructíferos artistas de la narrativa dibujada.

Son diversos los títulos que merecen conocerse por quienes no han conocido estas obras
pertenecientes a una época irrepetible:
El Espíritu de la Selva


Título: El Espíritu de la Selva
Año: 1962
Edita: Editorial Maga
Número: 90 ejemplares
Dibujo: López Blanco

La verdad es que resulta difícil hacerse a la idea de que ya han pasado más de cuatro décadas desde que en España apareció El Espíritu de la Selva por primera vez en los Quioscos. Aquellos tebeos, tenían una estética especial que seguramente nunca se olvidará, y naturalmente su contenido.
Un contenido en que aquel, hoy mítico, personaje vivía sus primeras aventuras y comenzaban a deleitar a unos lectores a los que había sorprendido de una forma muy especial. Un cómic que sin albergar pretenciosidad alguna, configura un lenguaje propio a la hora de contar historias.
Con una amplia analogía con el Hombre Enmascarado (al igual que éste señala a sus adversarios con su marca, una S, sólo que en lugar del celebre anillo de la calavera, el Espíritu de la Selva se vale de un látigo para señalar a sus enemigos). Al igual que The Phanton, le acompaña la leyenda de que nunca muere ya que la misión encomendada se transmite de padres a hijos pero sin la trascendencia de éste, el Espíritu de la selva tiende a la fantasía mas libre y a la ironía. Frases como la de: al final acabare creyéndome yo mismo que no puedo morir. etc.
Evidente resulta, también, la semejanza con, sin duda, el más recordado de los héroes de Emilio Freixas para las páginas del semanario Chicos: El Capitán Misterio, al que se ha acusado de paladín del colonialismo al viejo estilo paternalista.

Sin embargo, en el Espíritu de la Selva, nos encontramos con la Leyenda Medieval del Preste Juan, de la que nuestro héroe sería descendiente directo.

El Preste Juan es un ejemplo de esa Europa Medieval, crédula y religiosa. Durante siglos, todos hablaban de él y nadie sabía si localizarlo en Asia, Africa o a caballo de uno y otro continente. Lo que se creía de este rey-sacerdote es que moraba en un lugar extenso y poblado de las Indias, que su poder era tal que había vencido al Islam, que poseía inmensas riquezas y además era cristiano. Fue una idea viva con la que soñaron misioneros, caballeros y navegantes.

El origen de la concepción de la existencia de un imperio cristiano en la India lo hemos de situar en el marco de una mitología popular. Las tierras conocidas no bastan a los hombres; siempre se proyectan los anhelos de fantasía y de aventura o las ilusiones de felicidad en territorios lejanos, misteriosos y poblados de prodigios. En casi todos estos lugares encontramos el rasgo común de la lejanía y la inaccesibilidad, al igual que el reino del Espíritu de la Selva.
Las mangas anchas de la historieta admiten muchos ingredientes y muy varios condimentos. El guión de El Espíritu de La selva, juega con la retórica y la ironía, para construir un relato de salpicado de humor.

Resulta mas que previsible augurar que, a juzgar por la tendencia entre buena parte de la critica de valorar las historietas en función de los contenidos temáticos del guión, un tebeo como El Espíritu de la Selva será vapuleado y acusado de colonialista, (aún y cuando se enfrenta al ejercito Ingles al que derrota) cuando en realidad, retomando las bases de una narración folletinesca y del cine de aventuras del período clásico de las grandes productoras americanas, los autores nos descubren una historia contada sin baches, con un interés in crescendo, salpicada de diálogos concisos, al servicio de la historia que se cuenta.

El dibujo habla por sí mismo, detiene la acción cuando eso es necesario, para acelerarla cuando el autor así lo considera. López Blanco llega a conseguir la sencillez a partir del conocimiento del medio, y eso no es tan fácil como parece, las peleas son todo lo entretenidas que cabe esperar y las tramas paralelas puntúan bien la acción. Además, encontramos a un autor preocupado por la planificación. Su reelectura nos lleva a una obra fresca que
no aburre jamás.

A la hora de hablar del tebeo de posguerra, a la mente de todos a
cuden las precarias condiciones en la que tuvieron que desenvolverse aquellos esforzados dibujantes de historieta......, y es de esto último queremos hablar.

Nunca tuvieron tiempo suficiente, incluso en las mas de las veces no les permitieron hacer lo que deseaban. Llegaron a hacer 20 o 30 páginas a la semana ¿cuanta calidad conseguirían los dibujantes actuales dibujando todo eso?. No obstante pueden sentirse orgullosos de lo que hicieron.

López Blanco se convirtió por derecho propio en uno de los dibujantes más interesantes del panorama del tebeo español de los años 40/60, sólo superado en lo que a calidad se refiere por unos pocos. López Blanco mantuvo una regularidad que le ha permitió crearse un público fiel.

Sirvan estas líneas como sentido homenaje al recuerdo de uno de nuestros mejores historietistas de los años dorados de nuestros tebeos.
Manuel López.

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