miércoles, 1 de julio de 2009

Homenaje Darío Rafael Gordillo. Manuel López.

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Memoria sentimental en blanco y negro.

En los años de mi infancia, cuando los coches funcionaban sin gasolina, lo hacían con “gasógeno”, cuando el estraperlo, cuando “la perra gorda” y “la perra chica”, referido a las monedas de diez y cinco céntimos respectivamente, cuando no se podía pecar ni de pensamiento, las autoridades políticas y religiosas velaban por nosotros, para evitar que nos condenáramos! Ah, y los militares también nos enseñaron buenas costumbres.

Pero quien salvó almas fue la Iglesia. Nos salvó de pensamientos impúdicos y de tentaciones libidinosas y carnales. En las playas las mujeres estaban obligadas a llevar bañadores con faldas. Los varones tampoco podían permanecer en la arena en "bañador", debían ponerse unos calzones cortos mientras no se estuviera dentro del agua, la Guardia Civil velaba por su cumplimiento en aras de la moral y urbanidad.

La iglesia velando por nuestras almas, impuso la pena de excomunión para el que bailara agarrao, que estuviera más pendiente de ciertos frotes al ritmo musical. Y muy bien hecho, porque como luego hemos oído hasta el cansancio, de la libertad viene el libertinaje.

Como señala Antonio Guerrero, las costumbres foráneas forzaban al cambio, pero algunas reminiscencias patrióticas -afortunadamente- se mantenían. Mientras al gran tupé con que se peinaban las mocitas se le llamaba "Arriba España", estas soñaban con usar bolsos de plexiglás -los primeros y horrorosos plásticos brillantes que se fabricaban- y "medias de cristal" cuyas continuas carreras tenían que ser "cogidas" por el sistema Vitos. (No es de extrañar que estos establecimientos crecieran como el jaramago).

Por más que la Sección Femenina en sus demostraciones sindicales y gimnásticas usaran "pololos" (que eran como unos calzoncillos blancos y largos, con pasacintas, que se ataban justo por encima de las rodillas) para preservar la visión de los muslos, como en todas las épocas, el descarrío de algunas jóvenes fue inevitable. A ellas se les llamó "las niñas NO-DO", porque al igual que aquellos noticiarios cinematográficos obligados del Régimen, "estaban al alcance de todos los españoles".

Y la degradación moral llegó a alcanzar cotas inverosímiles cuando se permitió el estreno de la película "Gilda" en la que Rita Hayworth, para más vergüenza hija de un bailaor español, desnudaba sus antebrazos quitándose de forma voluptuosa y pecaminosa sus largos guantes negros, mientras cantaba "Amado míooo..." En justo desagravio, manifestaciones de fervientes católicos se situaron frente al cine, rezando el rosario, mientras algunos más impulsivos tiraban tinteros llenos de tinta a las carteleras.

Hasta el final del franquismo se defendió a ultranza la trama ideológica de los llamados principios del Movimiento: unidad e integridad de la patria, confesionalidad del Estado, la monarquía tradicional como forma de gobierno (aunque en la práctica no apareció la figura del monarca) y el corporativismo que defendía la representatividad a través del municipio, el sindicato nacional (nacionalsindicalismo, algo que también haría Hitler) y la familia.

Pero en esa España de confesión y misa diaria, se sucedieron una serie de geniales historietistas, que hicieron las delicias de los amantes del tebeo desde los años 40 hasta finales de los 60. Y es mi sincero deseo, desde estas páginas, rendir homenaje a uno de estos autores que dieron su vida entera quemándose las pestañas en un tablero de dibujo.

Darío Rafael Gordillo

Homenaje.

Comprensión pragmática

La desaparición de nuestro tebeo clásico, provocada por una tan ilógica como dislocada vertiente comercial, nos llevó a los aficionados a cierta comprensión pragmática y amarga del perverso fenómeno económico y de mercado que hizo que la mayoría de nuestros mejores talentos, desertaran del medio patrio, para pasar a ganarse las lentejas en otros países donde su trabajo estaba mucho mejor remunerado.

Así nos encontramos con la absurda tesitura de tener que agradecer a todo autor de cierta categoría por el mero hecho de que siguiera permaneciendo en activo en nuestro país.

En suma, si hacemos un breve recuento de los verdaderos pesos pesados (sin entrar en consideraciones cualitativas individuales) de los historietistas que permanecieron más o menos ligados al medio, el resultado no puede ser más desalentador: apenas un puñado de "grandes" autores continuaron realizando tebeos con una cierta frecuencia y, por desgracia, de esos pocos, menos aún les dejaron realizar en su trayectoria algo mínimamente parecido a una curva evolutiva

Gordillo es uno de ellos, este autor se había ido confirmando de forma paulatina como uno de los autores españoles más genuina y tangiblemente comprometidos con la realidad del medio, su obra rezuma amor por la historieta en cada una de sus esquinas. Ya sólo por eso, la figura del autor merecería un respeto enorme. En cuanto a su dimensión como dibujante, no cabe duda que, Gordillo en esos años se ganó un lugar de honor entre los más grandes creadores de la historia del tebeo español.

El humor de Gordillo siempre actuó como puente entre el arquetipo y la realidad, como un signo de definición expresiva. La relectura de estas pequeñas historias cortas donde las cosas suceden porque tienen que suceder, nos resultan una pequeña joya que nos muestran a un autor que domina los recursos de la historieta, donde se nos muestra como el más genuino heredero de la tradición satírico/costumbrista inaugurado por los clásicos de nuestra historieta.

Pepote, su personaje más entrañable, es el ejemplo perfecto de que la historieta es un medio, tan bueno como otro cualquiera, para que un autor llegue a su público.

No me equivoco, sin duda, si digo que éstas son unas de las mejores historietas de humor, que he conocido durante mi adolescencia, con unos diálogos frescos y divertidos. Una buena prueba de mis afirmaciones, es el hecho de que la obra de Gordillo resiste el paso del tiempo no ya con creces, sino ampliamente ofreciéndonos aún hoy un producto que contiene la calidad suficientemente cautivadora como para deleitarse con ella.

¿Imparcialidad y admiración?

Me veo en la obligación de avisar que mi reseña quizá no sea lo imparcial que fuera de desear, pues admiro de manera vehemente a este genio del humor que es Gordillo. A través de Pepote, Gordillo observa, analiza con microscopio los comportamientos esquizofrénicos de la sociedad de finales de la década de los 50, y consigue arrancarnos la risa poniendo un espejo ante nosotros.

¿Cuantas veces mientras leía estas páginas no me habré reído al sentirme identificado con una u otra actitud del protagonista? Que no le quepa duda a nadie de que Gordillo es de lo mejor que hemos tenido en nuestra historieta. Fue capaz de abrir nuevas vías de expresión tanto parodiando como homenajeando un genero, como se puede comprobar en algunas de las historietas que se reproducen en este número.

Gordillo con unos excelentes guiones y un mejor dibujo, nos presenta unas historias plagadas de crítica social, ironía, imaginación desbordante y una corrosiva mala leche sobre el colonialismo, la religión, la guerra, el policíaco, el western, el medievo, etc. Es en la parodia donde sus historietas son increíblemente buenas, y eso que son tan sólo de una página.

Inteligencia, frescura, originalidad, ternura, humor y un grafismo de los que perduran como reconocible pasado el tiempo, se dan la mano en una obra exquisita, que refleja como pocas la época contradictoria y compleja que nos tocó vivir.

Martínez Peñaranda establece los auténticos comienzos, con personalidad propia, de Gordillo en las páginas de la revista Chicos, hacía el final de su primera época, entre los años 1948 y 1950, con Taruguito (1948) especie de Tarzanito, el que se convertiría en su personaje más querido, hasta el punto de desarrollarlo en varias ocasiones, hasta el punto de que su última obra conocida, realizada para Trinca, titulada Zongo, era una nueva versión de Taruguito con ligeras variaciones.

Hemos tenido ocasión de visualizar algún trabajo de su personaje "El Agente Secreto X-Pepe (parodia del género policíaco y de misterio), y "Mariquita Cataclismo" y su perrito "Pulgas", en las que Gordillo expresa, en esas páginas, su maestría como historietista y su particular vía cómica, cercana al non sense ingles.

Cualquiera de sus páginas demuestran que Gordillo fue un maestro del dibujo humorístico, un dibujo dinámico y expresivo, cuya trama se sitúa muy cerca de la parodia, a base de acumular tópicos, absurdos y guiños al lector. Gordillo ejecuta un dibujo modélico, limpio y equilibrado, que se ajusta a la perfección al tono de aguda sátira que recorre cada una de las historietas, que nos configuran una obra verdaderamente singular en un panorama dominado por moldes mucho más rígidos.


Gordillo y Pepote

Si bien es cierto que los valores varían con el tiempo, las historietas de Darío Rafael Gordillo mantienen una indiscutible vigencia, es el suyo un humor adaptable a cualquier época.

Como para los gustos se hicieron los colores, habrá quien no comparta mis opiniones, pero quizá, habrá quien por medio de mi opinión descubra a un autor que no conocía…

La lectura de las páginas siguientes, nos confirma a Gordillo como uno de los humoristas más lúcidos de su generación, con un talento especial.

Los episodios de PEPOTE, siguen manteniendo la frescura de antaño, continúan ofreciéndonos una sabrosa crónica de aquel Madrid desaparecido y de aspectos de la vida y costumbres españolas de entonces, con un estilo adaptable al publico actual. El cuidado que puso en el acabado visual, hacen pensar que disfrutaba con la realización del personaje, con el que experimentó con el ritmo narrativo de cada gag, y trató con un especial cariño al protagonista.

El guión es un ejemplo perfecto de cómo se debe contar bien una historia. Y el dibujo de Gordillo está como era habitual en él, a la altura del guión. Su estilo se revela como personal e intransferible y destaca especialmente del resto de sus coetáneos, tanto en el trazo como en la composición, una lectura, pues, que me ha confirmado ese flechazo que tuve con el personaje sin apenas saber nada de él.

Cuando se habla de historietas con tantos años a cuestas como las que nos ocupa, no resulta sencillo rastrear sus orígenes. Confieso que éstos escapan de mis manos a medida que retrocedo en el tiempo y al considerar a Pepon su obra más accesible e interesante, corro el riesgo de que alguien se moleste por lo subjetivo de tales afirmaciones, pero debe constatar que Pepon es el personaje que más conozco de la obra de este autor y es por ello que baso mis referencias en dicho personaje, personaje que considero ¿Reco-mendable? Eso seguro. Ya va siendo hora que del mismo modo que hay tebeos considerados clave de un determinado momento, género o autor, se empiece a reconocer los méritos de Gordillo, a quién, muy acertadamente, Luis Conde ha definido “como el cronista del mundo bobo de la burguesía madrileña de los inicios de la década (años 50).

Absténgase los que no gusten del cáustico, porque la obra de Gordillo lo es hasta la médula. A los que sí, que disfruten con este soplo de aire fresco que vino del centro.

Manuel López.

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