domingo, 20 de septiembre de 2009

El Coloso. López Blanco.

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Memoria sentimental en blanco y negro.



La generación nacida en el curso de la década de los 40 y principios de los 50 fuimos, indirectamente, los promotores de un cambio en la vida y desarrollo de la juventud de la época.

Las madres dejaron de acompañar a sus hijas al baile, por lo que se pasó a bailar cogidos por el cuello y la cintura. Los jóvenes de esos años nos volvimos más rebeldes, lo demostrábamos llevando los chicos el pelo largo y las chicas minifalda. Exigíamos nuestro lugar en el mundo, nacieron nuestras ansias de libertad. Por desgracia en más de una ocasión topábamos con la cruda realidad. Los "grises" (policía) montados a caballo y con porras de 4 m. se encargaban de recordarnos que estábamos en la España de Franco, su España.

Con todo, las chicas, empezaron a abrir tímidamente sus puertas, comenzaba una nueva era en la relación entre hombre y mujer, había más igualdad y se expresaban mas fácilmente los sentimientos hacía el otro sexo. Los tabúes sexuales comenzaban su retroceso inexorable...

En Barcelona nacieron los Clubes ¿Quién no recuerda el San Carlos, El 22 o el San Diego? Era la época de las Fiestas Particulares o Guateques en el que el pinchadiscos era cualquier voluntario. Los discos giraban muchas veces, se repetían... hasta dejarlos con más surcos que cuando se habían comprado. Muchas fueron las parejas que se formaron en esas fiestas, unas más duraderas y otras menos.

Los que vivimos aquellos tiempos en nuestro propio apogeo vital sabemos lo que significó aquél túnel de silencio. Todo lo que se callaba. La frustración de lo que no fue pero que pudo haber sido.

Como aquel amor de miradas y quimeras, de fábulas interiorizadas, aquel amor idealizado, intruso y aplazado hasta siempre.


La década de los 60 fue también la de la Beatles. El cuarteto de Liverpool llegaron a España dispuestos a tocar ante un público que asistía al mundo del pop como ante un espejismo en medio de un páramo. Se hablaba de ellos como si fueran el terror mismo para la juventud. Considerándoles como traducción misma del diablo.

Fue también la década de El Cordobés (Manuel Benítez) del que se decía que pasaba mucho de ortodoxia torera, pero llenaba las plazas como ningún otro torero. Otro héroe de esa década fue Manolo Santana que ganó el trofeo Wimblendon. Pero hubo otros héroes: José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván, Mariano Aguilar, Montero Díaz y García Calvo fueron apartados de sus puestos docentes en las Universidades de Madrid y Barcelona acusados de incitar actividades subversivas.

Aunque la noticia internacional que más confundió y dividió entre la suspicacia y la esperanza a muchos españoles fue el Concilio Vaticano II. Se abría así una renovación obligada en uno de los argumentos del régimen franquista, la religión. El miedo comenzaba a difuminarse en medio de los ecos fastuosos que aún resonaban de las celebraciones de los 25 Años de Paz.

Hay que situarse en aquella España ultracatólica donde las parejas no podían besarse en las calles para entender lo que sentíamos. Para los de mi generación los años que van del 62 al 70 son inolvidables a pesar del paso por el obligatorio Servicio Militar.

La década de los 60 significó un cambio profundo para los de mi generación. El acceso a otras formas de ocio y el recrudecimiento de la censura, hicieron entre factores, que el tebeo fuera cediendo progresivamente el puesto que para mi alcanzó en los años precedentes.

Una década que se nos fue y en la que yo dejé de leer tebeos. Leer tebeos, al igual que ahora, siempre ha estado mal visto y más si has pasado una edad que la gente considera “normal” leer tebeos.

A los veinte años, yo atendía asuntos demasiado terrenales para prestarles la debida atención a los héroes que fueron compañeros inseparables de infancia y adolescencia: novia, fútbol, literatura y un trabajo realizado con desgana y que compaginaba con los estudios, copaban todos mis empeños.

Siguió pasando el tiempo. Encontrándome ya en mis treinta y un años y recién casado, la Editorial Valenciana reeditó a todo color El Guerrero del Antifaz. La nostalgia, los sueños proporcionados por aquellos entrañables tebeos, en cuyos recuerdos tenía un lugar preponderante el héroe enmascarado que volvía así a entrar en mi vida. Al Guerrero siguieron Purk, El Hombre de Piedra, El Pequeño Luchador, Yuki el temerario y Piel de Lobo.

El calendario siguió su inexorable recorrido. A mis cuarenta años conocí al más vital, entusiasta y desprendido coleccionista de tebeos. El mundo de la imagen en blanco y negro que dominaba mi vida desde una niñez penetrada por los tebeos se concentró en esa maravillosa tebeoteca.

Gracias a esto me di a la tarea de leer, leer y leer. Desfilaron delante de mis ojos viñetas que yacían en el baúl de los recuerdos y conocí otras muchas de las que ni tan siquiera sabia que habían existido. Y descubrí un escenario donde los recuerdos brotaban en ese mismo lenguaje que me había conquistado hacía ya muchísimos años.

Así empezó todo. Por eso escribo hoy sobre El Coloso, y por eso sonrío mientras tecleo estas líneas. Hace cuarenta y cuatro años debiera haber contraído una deuda con él y con el hombre que lo creó: López Blanco, quien desarrolla con maestría una trama en que la aventura son lo primordial, y en la que tiene cabida sutil sentido del humor que es difícil encontrar hoy en día.
¿Por qué un tebeo conserva, renueva o potencializa su capacidad de comunicación a través del tiempo? ¿Cómo los integrantes de una nueva generación, creados y criados en nuevos contextos, con diversos entornos culturales, pueden disfrutar o reflexionar, o ambas cosas a la vez, con un tebeo concebido cuarenta y pico años atrás? ¿Qué magia explica esa maravilla?


Más allá de la barrera idiomática, la historieta es arte secuencial y visual. El saber usar las herramientas del lenguaje de la historieta es indispensable y en eso la mayoría de dibujantes de posguerra eran unos maestros. Sus viñetas se desarrollaban claras, con personajes definidos, con fondos claros, y en donde cada viñeta se concatena claramente con la otra. En sus páginas se nos invitaba a viajar por un mundo plagado de fantasía: historias de terror, leyendas, monstruos, hadas, gnomos, personajes de ciencia-ficción, etc. En la época dorada de los tebeos, lo que importaba era la historia, la acción y la aventura.

El espíritu del folletín pervive en la historieta de aventuras, como se puede observar de forma diáfana en tantos de nuestros queridos cuadernillos aquí en nuestro país.

A mi juicio eso de las reediciones está bien, muy bien. Porque nos permite disfrutar de una cantidad de material gigantesco a un precio relativamente asequible. A mí me ha para situar a una serie de autores y, en general descubrir un mundo borroso por el paso del tiempo y por lo incompleto e inconexo de las historias que había leído.




El “Peplum” más original del cómic español:


Título: El Coloso – 1960
Guión: De la Iglesia
Dibujo: López Blanco
Editorial: Maga – 83 números
Reedición – El Boletín

A la sombra del “peplum Made in Italia”, nace la saga del Coloso dibujada por López Blanco uno de los mejores dibujantes españoles de posguerra.

El Coloso nace y se desarrolla paralelo a la saga cinematográfica de Hércules, así nos encontramos con parábolas y transposiciones mitológicas, toda una amalgama de situaciones donde la aventura da paso a lo irreal fundiéndose en un solo plano, llegando nuestro héroe a enfrentarse al mismísimo Hércules para liberar a Hipólita, Reina de las Amazonas.

La mitología de la antigua Grecia con su multitud de pintorescas deidades pasó a la cultura occidental como fuente de inspiración artística y literaria. La religión constituyó para los griegos un lazo de unión y el mundo de los dioses alcanzó casi categoría de real a través de la obra de Homero y Hesíodo.

De estas y otras muchas bondades se va nutriendo la historia en cada momento, proporcionando al lector ingredientes suficientes como para mantener un interés creciente.

Otro de los aciertos del guión, es el que a medida que la saga va avanzando, se va perdiendo el individualismo del héroe potenciándose así el protagonismo de sus compañeros a la vez que las tramas paralelas

En lo gráfico el estilo de López Blanco aparece lleno de contrastes, domina con soltura el estilo cinético. Obsérvese sus rocas, sus pasadizos, sus cavernas y el uso magistral de las secuencias. El Coloso constituye un claro ejemplo de la capacidad de sorprender que poseía este autor. Esta capacidad de adaptación de López Blanco al magnifico guión, permite que podamos disfrutar de una de las mejores obras de los años dorados del tebeo español. Sus páginas nos invitan a viajar por un mundo plagado de fantasía.

Sin duda alguna, López Blanco fue uno de los dibujantes más interesantes de nuestra posguerra. Sus obras presentan dosis de constante calidad e interés, lo que le hacía tener ganado de antemano al aficionado. Lo cierto es que este autor tocó temas que estábamos hartos de ver con una originalidad y frescura que los hacia nuevos a nuestros ojos. Una simple mirada a la labor que nos dejo hecha, demuestra que debe ser recordada o casi mejor, redescubierto.

Imaginativa hasta la subversión formal, destaca el alto sentido de irónica parodia del “peplum” tan de moda en las pantallas cinematográficas en aquellos años. En el Coloso, a diferencia del cómic actual, no encontramos violencia gratuita, no hay falsa espectacularidad, no hay lagunas de guión. En el Coloso encontramos dosis de aventura y una sugestiva fantasía. Un tebeo que escapa a las clasificaciones y esquemas, es su total ausencia de verosimilitud lo que le confiere una personalidad diferenciada.

Historieta de evasión narrada y dibujada con pulso firme. El Coloso es una saga para leer, ver y disfrutarla, ya que con ella tenemos garantizadas horas de diversión.




Resumiendo: El Coloso nos ofrece un tebeo de aventuras bien hecho y mejor escrito, que se lee con sumo agrado y también hay que decirlo, con nostalgia.


Manuel López

1 comentario:

Silvestre Moreno dijo...

Amigo Manuel como tu bien sabes que soy un admirador de tus escritos, pero sobre todo este me ha encantado porque aquí no solo esta el Coloso de Lopez Blanco aquí también hay otro Coloso de la escritura de tebeos que se llama Manuel Lopez. Tus escritos dan vida aya donde quieran que se publiquen, quizá porque les das ese toque sencillo y nostálgico que todos hemos pasado por algún momento. Felicidades.

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