miércoles, 29 de abril de 2009

Sobre la censura franquista y el Guerrero del Antifaz.


El delito de escándalo público lo constituye la exposición de doctrinas inmorales, la exteriorización de ideas, opiniones o conceptos atentatorios a los principios morales, consagrados como básicos e intangibles por las normas vigentes en la comunidad. Tal exposición puede suponer un peligro para los valores éticos, fundamentales, que la ley debe tutelar con toda energía, no sólo por razón del mal ejemplo que suponen determinadas manifestaciones, sino en atención al agravio que infieren a los comunes sentimientos de decencia, con la conmoción social de ello resultante, que ha de traducirse en la sanción penal adecuada, valladar a estas crecientes y corrosivas demasías, como un indiscreto reportaje sobre un drogadicto, pederasta y antisocial, cuyas procacidades dialécticas recoge extensamente el informado. 


Los efectos de la censura:

 Cuando se habla de la historieta de posguerra, resulta fundamental la memoria colectiva, algo que el Estado intentó manipular deliberadamente con mecanismos oficiales -la censura- y que la población civil asimiló autocensurándose de manera no oficial como mecanismo de defensa.

Es preciso subrayar la necesidad de sustituir las visiones anecdóticas de la censura por una interpretación más realista. En el análisis de la historia intelectual española bajo el franquismo, el punto de partida ha de ser la eliminación física de toda voz disidente durante y después de la guerra. Los efectos avasalladores de la represión franquista condicionan así la evolución ideológica de las generaciones surgidas en la posguerra. La represión y la censura no servían para suprimir incidentalmente la exteriorización de un pensamiento subversivo, sino a ahogar definitivamente la existencia de tales opiniones. En estos términos debe entenderse el funcionamiento de la censura, era, simplemente el método, impedir que nadie se desviara del statu quo fijado. 

La orientación de la Iglesia Católica durante franquismo:

 En los criterios políticos de la Iglesia Católica se traslucen unas convicciones cuyo fin básico parece consistir en la conservación de una civilización considerada como propia de España, cuya existencia está puesta en peligro por la amenaza del ateo y materialista comunismo.

 El ideario del sector católico coincide, en este punto, completamente con el del fascismo y el nacionalsocialismo, razón por la cual las ideas políticas que provienen de estos movimientos no son juzgadas incorrectas.

 Dentro del régimen, la ideología del catolicismo, lejos de ser monolítica, estaba dominada durante la década de los cuarenta por una tendencia integrista con aspiraciones no menos totalitarias que otras familias del régimen. Este pensamiento quedó perfectamente definido por el obispo de Jaca en una época anterior:

«Si se nos manda que a Dios demos lo que es de Dios y al César lo que es del César, no se nos permite desconocer que el César –es decir, el Estado, los Poderes Públicos y toda la Sociedad Civil– también pertenece a Dios.»

  Ante la imposibilidad de negar la influencia del sistema censorio sobre la cultura, resulta ridículo minimizar su importancia, mediante la reducción de su significado a problemas meramente relacionados con la historieta como se ha venido preconizando por algunos estudiosos del tema.

 Esto nos lleva a una segunda precisión no menos importante. Es incuestionable la ausencia de lo que puede considerarse crítica del orden social en la historieta de los cuarenta, pero esta situación no puede achacarse a la censura sin relacionarla con la política represiva del franquismo de la cual formaba parte. No puede extrañar la falta de pruebas documentales que consignen actuaciones censorias contra obras socialmente comprometidas en un clima en que la mera sospecha de una militancia en este sentido podía significar peligro de muerte.

 Así pues, hablemos de los tebeos en el franquismo y no de los tebeos del franquismo

 Cualquier ejercicio de crítica, por modesto que sea, exige colocarse a una mínima distancia. Cualquier análisis resulta siempre perjudicado si se efectúa desde el meollo del asunto, y así me siento cuando me propongo presentar lo que por aquí se hace en lo que se ha dado en considerar como un ejercicio de nostalgia.

 Seré sincero. Tengo que ser sincero con el lector, ya que es quien soporta estas neuras. Tengo que ser sincero con el lector, ya que es quien soporta estos textos. Todos tenemos una colección que recordamos con cariño y que de encontrarla hoy seguramente compraríamos y la mía fue y es El Guerrero del Antifaz.

 Nos pasa, al menos a mí me ocurre, que tenemos una gran tendencia a pensar que lo que nos ha sucedido le ha sucedido a todo el mundo. Realmente mi juventud coincidió con unos años que el tiempo y la historia dicen que fueron agitados e interesantes, muy distintos respecto a lo que ha pasado después en el mundo, con lo cual no descarto que al evocarlo pueda sentir nostalgia. Pero el hablar sobre tebeos no es un culto a la nostalgia”. Uno, cuando escribe, trata de escribir sobre  personajes a los que, por una causa u otra, les tengas cariño. No es solo volver la vista atrás hacia aquella época de juegos y lecturas en la calle al atardecer, de llamadas a gritos con que nuestras madres nos llamaban a merendar. Quiérase o no, una y otra vez, la figura de El Guerrero del Antifaz un referente inevitable cuando se trata de hablar de la historieta española.

El Guerrero del Antifaz o la vigencia del mito

 A la muerte de su creador Editorial Valenciana reeditó, con periodicidad semanal, la serie de El Guerrero del Antifaz. Es, probablemente, la edición más cuidada y mimada que se ha hecho.

 El Guerrero no había vuelto, pero se estaba  reimprimiendo. Otra vez más. ¿Por qué? ¿Por qué El Guerrero del Antifaz, y no otros personajes, se ha convertido en mito vivo tras páginas y páginas? El Guerrero ha sobrevivido a las modas cuando él dejó de serlo. Ni el cómic europeo, ni el manga, ni los superhéroes, ni la TV han apagado su llama en el recuerdo del aficionado. Pero hablemos del mito.

 El Guerrero del Antifaz nace de las inquietudes artísticas de un irrepetible Manuel Gago, crece porque aporta frescura, deslumbrantes momentos épicos, calidad y originalidad en el lugar común pero su longevidad nos lleva a preguntarnos qué es lo que lo mantiene vigente hoy en la memoria del aficionado. Mantenerse es mucho más difícil que llegar. El lápiz de Manuel Gago hizo posible el milagro. Más ¿por qué esas páginas vuelven a enganchar, reedición tras reedición?

 En los años de posguerra necesitábamos sueños, necesitábamos soñar, y El Guerrero del Antifaz vertebró, en torno a su persona, un material que estaba ahí. Su creador fue capaz de vampirizar y absorber de modo natural e imaginativo los elementos de la aventura y de la épica.

 En El Guerrero del  Antifaz se  combinan los  ingredientes clásicos de la  aventura (acción, amor y deseo, riesgo, codicia, amistad, odio...) con los elementos propios del registro épico (mujeres hermosas y llenas de peligrosas sorpresas, violencia cotidiana - en muchas ocasiones sanguinaria, héroes musculosos, situaciones imposibles pero fascinantes).

 Pero, ¿por qué El Guerrero y no otro? Ha llegado el momento de retornar al lugar común, a la tradición -a veces subconsciente- acumulada. Los temas del arte no son escasos pero hay que convenir en que son limitados. Con una temática ya inventada sólo la emoción del creador puede permitir una revisitación a las fuentes clásicas. El Guerrero del Antifaz no estuvo solo, hubo otros Guerreros pero, al final, sólo él ha permanecido.

 Como ya hemos dicho nació de la mano de Manuel Gago, desde sus primeros números llamó la atención del lector, nos devolvía a las tradiciones propias de medievo, al Cid Campeador.

 En El Guerrero del Antifaz, Manuel Gago, creó algo propio con tal vitalidad que se ha convertido en el paradigma de esa mixtura, del lugar común revisitado. Sólo él transmite emoción, sentido de la maravilla

 El Guerrero del Antifaz es el lugar común del medievo, pero el lugar común traspasado por un aliento personal, con una voz vital, evocadora  y recreadora. Una voz propia merced a la cual El Guerrero del Antifaz no es personaje dentro de un género  concreto, el  medievo, sino que ha trascendido El Guerrero del Antifaz no es un personaje más en el Olimpo del tebeo posbélico, es "EL" personaje.

 Viendo lo que aún hoy todavía se publica sobre el personaje, nos irrita, nos solivianta ¿Por qué no permiten que muera en paz? El Guerrero fue para muchos la esencia del género que demandaban nuestros sueños; casi, casi su definición. El Guerrero del Antifaz es el mito                                                                                      

Manuel López.


Desde hace un  tiempo atesoro cuentos impresos de Manuel Gago, este que os presento me parece muy oportuno para unas reflexiones tan singulares como las de Manuel López.

Enlace relacionado: Manuel Gago. Viriato 1942

Una cortesía de los chicos de La Mansión-CRG que saben lo que son los cuentos en nuestro país. Otro enlace sobre la obra de nuetsro entrañable y autor: Manuel Gago.

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