miércoles, 1 de abril de 2009

El Sargento Virus. Vicente Ibáñez.

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Cosas que recuerdo: Una suerte de nostalgia.

La evasión fue una de las principales funciones de los tebeos en aquellos duros años. Por lo que resulta inaceptable el tono peyorativo o condescendiente con el que tan a menudo se emplea hoy día cuando se habla de ellos. Tono que no está absoluto justificado si tenemos en cuenta que como todo régimen dictatorial, el franquismo se dotó de un aparato represivo destinado a controlar ideológicamente todas y cada una de las publicaciones que salían a la calle y a impedir cualquier veleidad crítica. Tal era la envergadura del control franquista, que sin tomarlo en cuenta resultaría difícil comprender el daño cultural causado por el franquismo, mediante una infraestructura organizativa de dimensión nacional: funcionarios, legislación, juzgados, policía, Falange, Ejército, medios de comunicación, telecomunicaciones, transporte, intendencia, etc. El miedo se extendió a toda la capilaridad social. La jerarquía de la Iglesia, se aplicó con diligencia a esta labor de persecución desde los púlpitos, llamando al arrepentimiento y hasta a delación.

El conflicto de las dos Españas no terminó al acabar la guerra civil española. No termina con el famoso parte del primero de abril, Cautivo y desarmado el ejército rojo… Terminó cuando se pudo hablar del conflicto. La violencia y la dimensión represiva del franquismo fue tal, que durante cuarenta años de dictadura no se registró jamás actividad de resistencia alguna, salvo la sindical, en las postrimerías del régimen.

Los críticos han elegido una palabra inapropiada cuando utilizan el término los cómics del franquismo; y lo que es peor, están confundiendo, y no siempre con buena voluntad. Lo que caracterizaba a esos tebeos, era que por muy insensato que fuera su argumento, por muy fantásticas y terribles fueran sus aventuras, en el momento del clímax podía hacerte sentir las mismas sensaciones que cualquier otra forma literaria, pero manteniendo siempre sus cualidades especificas.

Al que fuera lector de tebeos en nuestra posguerra, éstos le producen una suerte de nostalgia. Nostalgia de algo que hoy parece clausurado o en extinción, como el actual aficionado que, inhibido ante la avalancha de novedades de usar y tirar que desbordan las mesas de las librerías, no sabe qué comprar, no compra nada. Ese lector que desinformado por los medios que siempre hablan de los mismos y de lo mismo.

Sorprenderá esa y fijación y nostalgia sobre los tebeos de posguerra, y se olvida que lo que de específico tenga una juventud esta determinado por el momento histórico en que aparece y por las condiciones de la sociedad en la que vive. Porqué la juventud está determinada por el contexto histórico en que se genera. Porque los jóvenes no tienen otra experiencia, ni otra memoria personal, ni otra perspectiva que la de la sociedad en la que viven, y es ahí en dónde expresan su identidad generacional. No todos los momentos históricos "marcan" tan decisivamente a la juventud que los vive como ocurrió en los años 40 españoles. Tuvimos una infancia llena de privaciones en una sociedad autoritaria, dictatorial, con ausencia de libertades y una represión ideológica y cultural muy fuerte. Muchos nacieron ya con el hatillo de viaje preparado hacía una orilla de embarque hacia futuros por construir. 

Ciertamente hay una cierta nostalgia del pasado cuando decimos que antes teníamos tebeos, y donde no llegaba el dinero, llegaba la imaginación. Pero al hablar de aquellos tebeos que leíamos a la edad de diez, doce, catorce años, conscientes, con la perspectiva que dan los años,  de la represión que vivíamos en todos los ordenes de la vida: político, religioso, social…, además de una revisión nostálgica quiere ser una crítica a todos los estamentos que durante cuarenta años ostentaron el poder en nuestra piel de toro.

Precisamente, preservar la memoria colectiva es una manera de oponerse a los totalitarismos, que siempre nos proponen la fórmula condescendiente del olvido, la amnesia como consuelo a las violencias y aflicciones sufridas. 

   

El Sargento Virus.

Editorial: Valenciana.
Números: 24
Formato: 17x24
Año publicación: 1962
Dibujo: Vicente Ibañez
Guión: Tortajada

En la historia del tebeo español en su etapa de posguerra, la Editorial Valenciana ocupa un lugar prominente con una producción siempre marcada por el signo popular. A la sombra de sus dos mayores éxitos populares: Roberto Alcázar y Pedrín y El Guerrero del Antifaz, fueron muchas las series que saldrían al mercado con desigual fortuna.



Una de esas muchas series fue “El Sargento Virus”, realizada en 1962 cuando el popular cuadernillo apaisado de aventuras, empezaba su lenta pero progresiva decadencia. El contenido de los cuadernos del Sargento Virus era, al menos a primera vista, sumamente variado, mezcló elementos del genero de espada y brujería, de la mitología griega, los cíclopes, así como de ciencia-ficción, mas concretamente a la llamada “space opera”, en su enfrentamiento con el Gran Dakon, cuya caracterización se corresponde con Neptuno y donde sus huestes van equipadas con escafandras que les permiten respirar bajo las aguas, sus naves, de diseño parecido al de los submarinos, son impulsadas por un gigantesco pulpo. Aunque, en definitiva, respondiera al mismo esquema del clásico cuadernillo de aventuras que dominó el mercado español de tebeos durante más de veinticinco años y de forma indiscutible en las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, cada cuaderno culminaba en una escena inacabada cuya continuación era preciso esperar hasta el próximo episodio. El Sargento Virus es el arquetipo típico y tópico del héroe por excelencia, que nunca duda en ponerse al servicio de cualquier causa noble que necesite su ayuda.

Su corta duración, 24 cuadernillos, no permitió el desarrollo de lo que, en principio, parecía un prometedor guión que, a medida que avanzaba en su trama, tenia visos de complicarse en diversas y prometedoras tramas.

El Sargento Virus, no pasará a la historia de los tebeos como responsable de uno de los mayores éxitos de la historieta española, no obstante es una serie que se lee con agrado y consigue plenamente su objetivo, que no es otros que el de entretener.

Esos, hoy entrañables, tebeos tenían valores mas que estimables dentro de su modestia, siendo la mas destacada su legibilidad, es decir, su claridad narrativa. Se podrá argumentar, entonces, que en una valoración global y conjunta de esos cuadernos, no puede decirse que arroje un balance artísticamente halagüeño para el cómic español, cuya calidad media, salvo excepciones, fue mediocre. Y aún aceptando esto, deberíamos tener en cuenta las condiciones en que aquellos autores debían realizar su trabajo, así como que la única pretensión de esos cuadernillos, era la de entretener sin mas, como tampoco se debería olvidar que el buen dibujo de historieta, no es el mas perfecto sino el más narrativo, el que acierta a extraer del guión todas sus posibilidades. 

A pesar de sus muchas limitaciones, ¡Qué distraída resulta la lectura de esos tebeos de aventuras! 

Manuel López.

  • Las imágenes y el enlace son cortesía de:  Bravolta.
  • Las imágenes de "La Reina Amarilla" se han obtenido en: todocolección
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2 comentarios:

oenlao dijo...

muy intereante aca paso algo muy parecido con la dictadura militar.
sargento de que ejercito?

Chusastur dijo...

El saber el ejército lo tienes a un paso del "clic" de tu ratón.

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