miércoles, 4 de marzo de 2009

Manuel Gago. El Pequeño Luchador y el Halcón Trovador.

Negarle el pan y la sal a Manuel Gago

La libertad de expresión es tan hermosa que nos alegramos mucho de sentir rabia cada vez que leemos o escuchamos a determinados críticos negándole el pan y la sal a Manuel Gago, e intentando echar estiércol sobre su labor. Haciendo uso de ese mismo derecho, nos permitirán decir a los que despotrican de este autor que no ha habido en la historia de la historieta española, en los últimos sesenta años, un autor tan creativo como él.

No pontificamos, es nuestra humilde opinión. Respetamos la critica sana, noble, bienintencionada, de la misma forma que nos indigna que críticos que se bañan bajo el sol que más calienta se empeñen en estar, no sé muy bien por qué, día tras día en posesión de la verdad.

Una nueva lectura de El Pequeño Luchador nos ha vuelto a sorprender. Y lo ha hecho hasta tal punto que nos llegamos a plantear seriamente si de verdad la habíamos leído antes o si tan sólo fuimos deslumbrados por la magnífica y en ocasiones genial narrativa de Gago. Nos ha sorprendido especialmente el tratamiento adulto que Gago hace de esta (en apariencia a la primera lectura), simple historia de aventuras.

Algo más que acción y aventuras

De su lectura, hace ya décadas, recordábamos su acumulación de acción y situaciones de inusual atractivo que nos transportaban al cine de la época, al llamado cine del Oeste. Ahora estamos en situación de proclamar que en la mayoría de ocasiones ni tan siquiera continuaban, pero aún recuerdo el atractivo que sobre mí ejercían sus magnificas portadas.

Hasta su reedición “chapuza” en color y 
con formato vertical, no tuve nunca la oportunidad de leerla en su totalidad, así pues ya en edad adulta puede decirse que he conocido a una de las obras más importantes y celebradas de Gago. Quizá por ello he podido observar detalles que desde luego me hubieran pasado inadvertidos en mis años de adolescencia y empedernido lector de tebeos, como se les decía por aquel entonces. El argumento de esta colección era muy atrevido para la época, violaciones, deseos reprimidos, adulterio, aunque este último fuera sólo de pensamiento, y un largo etcétera. Del mismo modo se me hubieran pasado por alto los mensajes del Régimen, de haberlos habido. Puede afirmarse que El Pequeño Luchador burló constantemente la férrea censura que existía sobre todo en la acerba violencia que contiene toda la colección, muy superior a la de El Guerrero del Antifaz.

El personaje más interesante de la serie, al menos para nosotros, es Carolina, femenina y feminista, que no duda en luchar a brazo partido por el hombre que ama: Fred, el Pequeño Luchador. La atracción que Carolina ejercía sobre el lector de estos tebeos era comparable a la que ejercía la Mujer Pirata en El Guerrero del Antifaz, uno de los personajes más interesantes del cómic español de todos los tiempos.

Si se estudia a fondo la obra de Manuel Gago, se podrá ver cuan fuera de lugar resulta acusar a su producción de fascistoide. Gago fue el primer autor capaz de presentarnos en un cómic, teóricamente dirigido a los jóvenes, mujeres liberadas, feministas a la vez que femeninas. En ninguna colección de aquella triste época, al menos que nosotros recordemos, se vio a una mujer luchar por el hombre deseado como en las colecciones de Gago (creo que todos los lectores de esta inolvidable colección nos llevamos una gran alegría cuando el protagonista decide que Carolina es la mujer de su vida).

Donde más destaca Gago es en la creación de situaciones y sobre todo de personajes, amén de las escenas de lucha llenas de vivacidad y movimiento. Quizá uno de sus puntos fuertes es la caracterización de los personajes secundarios. Todos, incluso los meramente episódicos; y aunque los distintos desenlaces en ocasiones resultan predecibles, no supone esto un handicap insalvable: en las buenas historias (y ésta lo es) lo que cuenta es el clima, la atmósfera en la que se desarrolla el relato, y estos 230 cuadernillos contienen suficientes momentos memorables, y esto se da, especialmente, cuando se dispone de personajes bien matizados y sobre eso ya hemos dicho que era uno de los puntos fuertes del malogrado Gago. Son todas estas características las que hacen de El Pequeño Luchador un clásico de nuestra historieta. Aunque se vio relegado a una segunda posición en la obra de Gago debido a su precedente El Guerrero del Antifaz, cuya fama eclipsó prácticamente todas sus demás obras. No obstante, El Pequeño Luchador destaco por méritos propios siendo una de las colecciones más largas y exitosas de la historieta española.

La historia en sus comienzos destaca por la exacerbada violencia habida en el enfrentamiento entre dos razas, por lo que un examen superfluo de la serie podría llevarnos a la errónea conclusión de que no es más que una apología de la violencia. Probablemente ciertos estudiosos la catalogaran de racista, amén de fascista. Craso error, pues la historia también podría tomarse como una reflexión sobre la violencia y el oscurantismo en la que los sangrientos enfrentamientos no son tan gratuitos como puede parecer a simple vista.

Un aspecto del guión que conviene destacar es el referente a los textos. Gago realiza un trabajo brillante, los diálogos a medida que avanza la colección son justos y de muy fácil lectura, desapareciendo casi por completo los textos de apoyo ya que el dinamismo y continuidad que se plasma en la página los hacen inútiles e innecesarios. Siempre he pensado, y sigo pensando, que Manuel Gago no ha obtenido nunca el reconocimiento que se merece por su obra, que es un autor infravalorado por la crítica. Manuel Gago fue uno 
de los autores más prolíficos de la historieta española. Tal vez no el mejor, pero sí uno de los mejores. Sus obras presentan dosis casi constantes de calidad e interés, lo que le hacía tener ganado al aficionado de antemano.

Uno se preguntará porque he escogido para estas líneas a El Pequeño Luchador y no cualquier otra obra de Manuel Gago. Varias serían las causas, una de ellas estaría en su originalidad y frescura con el que el autor trató temas que estábamos hartos de ver, haciéndolos nuevos a nuestros ojos. Eso sin olvidar el aspecto gráfico de la serie. Pero la razón principal es la de que en 1995 se cumplieron los 50 años de su creación. Echo que pasó casi desapercibido para todos.

Evidentemente aunque se trata de la típica y arquetípica historieta del oeste, existen pequeños matices difíciles de determinar y a veces relativamente subjetivos que la hacen diferente a las que se venían publicando por aquel entonces y que aún hoy la hacen actual. Muchos son los temas sobre los que Gago reflexiona en la serie, y sobre los que busca hacer pensar al lector.

En cuanto al grafismo de la serie, el elemento más llamativo es esa sensación de movimiento que Gago sabía conferir a sus dibujos, un estilo que se adaptaba como anillo al dedo a la serie, en la que una de las improntas principales es su trepidante acción. Otro aspecto acertado del apartado gráfico de El Pequeño Luchador estaría en la creación de los personajes. Gago demuestra una gran versatilidad a la hora de imaginar y matizar los distintos personajes de la serie.

Su capacidad narrativa

Gago con unas pocas viñetas, era capaz de comunicar mas sentimiento, más pasión que otros autores en toda su obra, lo que, en mi apreciación, reside en dos factores principalmente:

Era un perfecto conocedor del lenguaje del cómic, es más, hace lo que es más importante: lo llevaba al papel y la hacía funcionar.

Fue un hombre con gran sentimiento, que no sólo hacía su trabajo con pasión, sino también con dedicación.

Hacía el final de la colección, Gago parece no cuidar tanto el dibujo algo por lo demás habitual en casi todos sus trabajos.

Siempre se ha ensalzado, como hecho diferencial, el que Sigrid acompañara en sus aventuras al héroe (Capitán Trueno), ignorándose que tanto Carolina en El Pequeño Luchador o Lila en Purk, El Hombre de Piedra, acompañaban a los protagonistas en todas sus aventuras y que como mujeres independientes, antes hubo Zoraida o la Mujer Pirata en El Guerrero del Antifaz.

Manuel Gago, El Pequeño Luchador y la crítica

Lo único cierto es que a Manuel Gago se le valora mucho más en el ámbito de aficionado que de cierta critica, para quienes Gago parece ser el autor menos destacado de su época.

Lo que no se puede rebatir y discutir son las cifras. Los criterios, si, para cierta critica el autor que levanta pasiones desde sus inicios, es uno más y no merece de la misma popularidad de la que gozan otros autores como Iranzo o Ambrós para citar a dos de sus contemporáneos. De los dibujantes más carismáticos de la “posguerra” es Gago el que menos reconocimientos ha tenido y premios ha obtenido.

Parece ser, que además, Gago ha sido al autor al que se le han achacado, injustamente, a sus obras todas las anatemas del franquismo. Se ha escrito, por ejemplo, de una de las series de Gago: “El Temerario”, que es la obra mas fascista del tebeo español, basándose en el interrogatorio a puñetazos que el protagonista hace con un bandido que se halla encarcelado. Silenciándose escenas parecidas en otras colecciones de similares características. En La Mascara de los dientes Blancos, el protagonista dispara y mata a unos desalmados hallándose estos desarmados y con los brazos en alto.

En una palabra, Manuel Gago ha pasado de ser el autor más celebrado por los aficionados a la historieta clásica, a ser infravalorado por esa critica elitista y culta.

Aún siendo todo esto discutible, choca que los 50 años de una de las obras más representativas de la historieta española “El Pequeño Luchador”, haya sido, en su día, completamente ignorado por esa critica que en cambio nos recuerda los 50 años de Batman e incluso de Superman, el personaje más reaccionario y representativo del imperialismo fascistoide que nunca ha dado el cómic en toda su ya dilatada historia. Esa critica que premia a autores como Milton Caniff, naturalmente ¿demócrata de toda la vida?.

Como ya decimos en el párrafo anterior, aún siendo todo esto discutible, es evidente que aún silenciando esos 50 años, a nivel de aficionado El Pequeño Luchador es una de las colecciones que marcaron un hito en nuestra historieta de posguerra.

La obra póstuma de Manuel Gago: El Halcón Trovador

El Halcón Trovador, obra póstuma de Manuel Gago y que fue finalizada por su hijo, M. Gago Quesada, es quizá el único trabajo que el autor pudo realizar sin sufrir las trabas de la censura a la que estuvo sometido por las autoridades del Régimen anterior, y aún las del propio editor.

La desaparecida Editorial Valenciana, siguió ejerciendo una ridícula e hipócrita acción censora en las Nuevas Aventuras del Guerrero del Antifaz, hasta el extremo de obligarle a transformar al monje Cicuta en un suplantador que se hace pasar por inquisidor, quedando así a salvo tan excelsa institución.

El Halcón Trovador fue concebido por el autor como una serie de fascículos de dieciséis páginas cada uno, en episodios no conclusivos; Manuel Gago tenía intención de publicarlo en la única editorial que él fundó: Ediciones Isval, en 1979.

El verdadero leitmotiv de la saga no es otro que presentarnos las aventuras amorosas del Halcón Trovador, de quién todas cuantas féminas se cruzan en su camino quedan prendadas de sus irresistibles encantos, deseándolo ardorosamente y no cejando hasta llevárselo al lecho para gozar de sus atributos, no haciendo éste ascos a ninguna beldad, ya sea plebeya o dama de alta alcurnia. Con la lectura de El Halcón Trovador se nos hace patente la irónica parodia del cómic erótico “made in Italia” que se venía publicando por aquellos años, quizá como desquite de los muchos años en los que tuvo que inhibirse de lo que verdaderamente hubiera deseado contar.

Sinopsis   

En la Hungría de la Edad Media donde los señores feudales tenían a sus vasallos subyugados y atemorizados por medio de injustos y despóticos inquisidores, es donde transcurren las aventuras de Diekog Klaus, “El Halcón Trovador”, joven apuesto y dotado de una envidiable capacidad para seducir a cuantas mujeres se cruzan en su camino. Ninguna logra evadirse de sus encantos, todas ellas acaban sucumbiendo a su simpatía y atractivo por lo que en más de una ocasión debe salir por piernas de un pueblo o villorrio ante la furia de un marido o novio burlado.

Junto a la caravana de gitanos que le recogieron siendo niño, vuelve al condado donde se crió con el ánimo de vengarse de ulios Dimitri, Gran Inquisidor, y del Duque Boskof quienes condenaron a su padre a la hoguera. A su entrada en la ciudad Diekog se topa con Rosko, compañero de la infancia, quien resulta ser el líder del grupo revolucionario que pretende terminar con la tiranía del Duque ulios Boskof y sus inquisidores, el cual trata de, recordándole lo acaecido con sus padres, atraerlo a su causa, tras un encuentro con un oficial inquisidor, y ya en el domicilio del líder revolucionario, éste le presentará a su esposa Kornelia, quien resultará ser una antigua compañera de juegos de nuestro héroe, y que siempre ha estado enamorada de él. Finalmente Diekog llevará acabo su venganza no si antes haberse acostado con Kornelia, con la esposa del Duque y cuanta mujer se cruza en su camino.

Si a las relaciones hombre-mujer mostradas se las ha acusado de ser éstas de un sublimado amor platónico, visto a través del prisma deformado de mentes reprimidas y enfermas que abogaban por la eliminación del atractivo sexual, llevando la caballerosidad, el respeto, el honor y el cariño, a tales extremos de integridad moral, que se confunde con algo aberrante propio de seres asexuados, en El Halcón Trovador Manuel Gago, en socarrona pirueta, que se evidencia incluso en los nombres dados a los personajes, nos presenta unas relaciones hombre-mujer en las que no existe amor sublimado ni platónico, nos presenta unas relaciones de seres sexuados para los que no cuenta ningún tipo de integridad moral, seres para lo que únicamente cuenta la satisfacción sexual.

Gráficamente nos encontramos con el mismo estilo que el de Las Nuevas Aventuras del Guerrero del Antifaz, con un lenguaje narrativo que es exponente claro de lo que fue llamada la Escuela Valenciana, sin intelectualismos, sin complicaciones, si se quiere con un cierto maniqueísmo, que hace que los malos sean muy malos y los buenos muy buenos, pero que consigue atrapar al lector.

Habrá sin duda alguna, como en toda obra de Manuel Gago, quienes harán otra lectura. El Halcón Trovador es una obra intranscendente y desenfadada en la que su verdadero valor intrínseco radica principalmente en ser una de las escasísimas obras inéditas de este autor. Suponemos que esta vez tampoco tendremos paciencia para anotar las descalificaciones absurdas, contradictorias, vulgarmente ofensivas y tan poco serias que pronunciaran un grupo de diversos críticos, que descalificaran cuanto hemos dicho.

Por tanto el lector debería reflexionar. ¿Sobre qué? ¿Sobre lo que ha dicho cada uno y sobre quién tiene razón?

Seamos serios, en la inmensa mayoría, pese el bombardeo de palabras de gloriosa exaltación o de radicales descalificaciones, nos dejamos llevar por aversiones o por simpatías, por prejuicios, por emociones o por fidelidades

Manuel López.
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2 comentarios:

El Pobresor Gafapasta dijo...

Qué buena tu reivindicación de Gago y de El pequeño luchador. Hace muchos años que no leo a Gago, y que no lo disfruto. Es buen momento para empezar a releerlo sin complejos ni prejuicios, como el gran creador de sueños que fue.

Un saludote.

Chusastur dijo...

El trabajo, los trabajos son de nuestro "collaciu" Manuel López, yo solo me limito a subir sus aportes, evidentemente por compartir lo que en ellos nos cuenta.

Buen material este que nos hace llegar, esperamos y deseamos que la fuente tenga agua para quitarnos la sed durante mucho tiempo.

Me ha pasado exactamente igual, llevo unos días recopilando y mirando por casa lo que tengo de Gago, en breve iniciaré una búsqueda de materiales más minuciosa y si lo consigo no dejaré de informaros.

Si alguno me hecha una mano se lo agradeceré y gustosamente citaríamos la fuente.

¿¿¿Para cuando una reedición de lujo impresa de Gago???

¿¿¿Será mucho soñar después de tanto tiempo???.

Algunas cosas las encontrarás en la bitácora de nuestro más fiel aliado Hasieran:
http://hasieran-kobazuloa.blogspot.com/

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