martes, 17 de marzo de 2009

El hijo de la jungla. M. Gago

Memoria sentimental en blanco y negro

¿Cómo fueron realmente los años 40? ¿Cuál fue el legado que oscuramente, gesto a gesto, escribió para futuras generaciones?

La única manera de poder encontrar esas respuestas es remontar el río de la memoria en busca de los hechos, las emociones y las voces de aquel tiempo.

Y la primera sensación que acude es la de malestar. Los años 40 fueron hijos del malestar, de recelos y odio, un mundo claustrofóbico, forjado por una incivil guerra.

La Iglesia tenía en aquel tiempo mucho poder e influencia. Los domingos se obligaba a la gente a ir a misa, durante la cual tenía que haber un silencio absoluto. La blasfemia era multada con cincuenta duros. No se podía ir con manga corta a la iglesia y las mujeres tenían que llevar velo.

La vida religiosa en esta época (a la fuerza ahorcan) era más intensa que ahora. La asistencia a las iglesias era enorme. Los domingos incluso los soldados eran obligados a ir a misa. El cura solía terminar la misa con un ¡Viva España! o un ¡Viva el Generalísimo! Los niños teníamos que aprender el catecismo desde pequeños. La gente que no iba a misa los domingos era mal vista y los que no podían ir se escondían para no ser vistos. La Iglesia era la que realmente controlaba al pueblo.

La Iglesia y el sistema franquista eran todo uno. «La Iglesia estaba a favor de Franco... Con Franco te obligaban a ir a la iglesia todos los domingos y a no trabajar ese día. Las mujeres, para entrar en la iglesia, tenían que llevar falda larga y medias. En los pueblos el cura tenía mucha influencia y mandaba casi más que el propio alcalde. «Fueron tiempos difíciles, provocados por la intolerancia de quienes ostentaban el poder.  La Guardia Civil tenía un poder omnímodo, especialmente en los pueblos.

En las escuelas estaban presentes un crucifijo, una imagen de Franco y otra de José Antonio Primo de Rivera. Todos los días los niños teníamos que cantar el Cara al sol o Montañas Nevadas con la mano levantada. 

Si por algo se caracteriza los años cuarenta, es por el hambre y la miseria que hubo. La escasez de alimentos y de artículos de primera necesidad provocó el contrabando, el estraperlo y la especulación. La posguerra fue durísima, casi más que la propia guerra.

A pesar de todo lo que se estaba viviendo, los niños no perdíamos la alegría. La única forma de diversión que teníamos eran los juegos en la calle y los tebeos. 

¡Quién la vio y la ve! La verdad es que España ha cambiado bastante... Cuesta imaginar que éste fue un país de curas fanáticos que mandaban matar para defender a la Santa Madre Iglesia, de santones tétricos y de beatos de misa y olla. 

Cuando pienso en mis recuerdos de infancia, no los veo en función de una cronología temporal sino en función de los distintos tebeos que he leído … Yo cuando tenía ocho o diez años no era consciente de la represión que se vivía en todos los órdenes de la vida: político, religioso, social… 
Si bien es cierto que el tebeo que conocimos, está muerto, yace como fragmentos de recuerdos de la edad dorada, su lectura, hoy, nos proporciona el placer de reencontrarnos con algunos de los momentos felices de nuestra infancia.

 
El Hijo de la Jungla

Ficha técnica:
Título: El Hijo de la Jungla 1956
Edita: Editorial Valenciana - 86 cuadernillos
Guión: M. Gago y P. Gago
Dibujo: M. Gago/Serchio

Quizá pueda considerarse a este personaje como uno de los "hijos menores" de nuestra historia del tebeo en nuestro país. Es, como otros muchos, uno de esos personajes que nació  emulando  a personajes  del cine. El  esquema de la serie corresponde a las aventuras de ambiente colonial desarrolladas en la India y recoge todos los tópicos de las películas del genero.


La colección nace en el año 1956 y durante los primeros cuadernillos, hasta el número 38, Manuel Gago se encarga del dibujo y de los guiones al alimón con su hermano Pedro, dejando la serie en manos de un joven dibujante: Serchio, quien poco a poco va realizando algunos cambios en la realización de la misma, como por ejemplo la primera viñeta más grande. Dado que Gago ha dejado también el guión, Serchio lo readapta sin abandonar el hilo argumental en que lo dejara Gago.  Y así siguen las aventuras y andanzas del héroe, hasta que como otras tantas series no da más de si y se cierra la colección en el número 86.

Empiezan a faltar argumentos para analizar el tebeo de posguerra con criterios separados a los del tebeo actual. Hasta ahora, se ha tendido a calificar cada nueva reedición aparecida como un buen o un mal tebeo, como un producto sólo destinado a una especie de secta limitada como si el tebeo de posguerra no tuviera viñetas, bocadillos y onomatopeyas igual que el europeo o el americano actual…  Es hora de empezar a mirar un poco  menos  la fecha  de  edición
del producto y empezar a fijarse más en sí es divertido, interesante, gráficamente novedoso o sobresale de la mediocridad por algún otro motivo.

Tomemos, como ejemplo, el caso del Hijo de la Jungla, en su reedición en volúmenes de varios cuadernillos, se nos propone como una serie de mediana calidad y sin embargo en sus primeros 38 números, es un tebeo de aventuras, si bien la historia es de lo más tópica, narrativamente más que correcto y con un dibujo que hace que uno no tenga problemas en apreciar las posibilidades del blanco y negro.

Gago y El Hijo de la Jungla

Releyendo los 38 números dibujados por Manuel Gago, vuelve a mí aquella impresión de fluidez narrativa. Todo lo contrario de lo que viene sucediendo en la mayoría de los tebeos actuales, en los que nunca parece que la información que se quiere comunicar se convirtiera en algo cada vez más grande y más difícil de digerir para el desarrollo de la acción. En Hijo de la Jungla ésta siempre se mueve de forma ágil, sabiendo siempre hacía dónde dirigirse, no dejando sueltos un montón de interrogantes para darle emoción, Gago no necesita desenvolver la trama de forma confusa, tampoco necesita  introducir  personajes sin ningún objetivo definido, con lo que el lector nunca pierde el norte del interés por lo que está leyendo.

Los 38 números dibujados por Manuel Gago, poseen puntuales elementos de interés y claridad narrativa como para conseguir la implicación del lector, tiene escenas resueltas con gran acierto, realmente brillantes y un muy especial sentido de la narración.

Manuel Gago logró dotar de un cierto "estilo" a sus obras. Desde "El Guerrero del Antifaz" hasta "El Hijo de la Jungla" lo que caracteriza a sus obras es la vitalidad. El dibujo de este autor es simple y directo y, sobre todas las cosas, atrapante.

Serchio y El Hijo de la Jungla

El trabajo de Serchio consiste en un proceso de formación como dibujante, proceso de formación que mejora ostensiblemente número a número, ganando en dominio de la puesta en escena y en pulso narrativo

Hecho este apunte, no es difícil centrarse en los aspectos positivos de su narrativa tan eminentemente legible. Serchio, pese a su condición de principiante, realiza, obviamente, un buen trabajo.

La educación franquista y otras imposiciones

Dice Erasmo en su Elogio de la locura que "el espíritu humano está echo de tal manera que llega con más facilidad a la ficción que a la realidad".

Los alumnos españoles de primaria y bachillerato en los años cuarenta y cincuenta no disfrutamos, empero, de ese privilegio. Vivíamos en una España amachimbrada por los dictados del Nacional-Catolicismo y los Principios, esenciales e inmutables, del glorioso Movimiento Nacional.

En un tiempo en que las edades y los sexos estaban tan rígidamente clasificadas como las  clases sociales, o aún más y la relación con el sexo opuesto era difícil durante los años infantiles, los tebeos conformaron gran parte del universo literario de nuestra infancia. Era un mundo fuertemente marcado por las convicciones, los dogmas y los criterios morales del catolicismo previo al concilio Vaticano II y por las doctrinas totalitarias del régimen político.

Cuando lo de "la patria como unidad de destino en lo universal", en aquella España sin libertad, sin creatividad, sin responsabilidad, en la que antes de ser formados fuimos  manipulados, suerte tuvimos de los tebeos que se entroncaban con la tradición y los elementos clásicos de la aventura en la literatura universal "de toda la vida" y nos ayudaron a soñar.

A modo de conclusión

El Hijo de la Jungla es, si se quiere, un producto sin mayor trascendencia, sin complicaciones, pero interesante de leer y en el que se aprecian todos los ingredientes del tebeo de aventuras. Un tebeo entretenido, que sin muchos preámbulos, como todo buen tebeo, nos introduce en un universo donde el peligro y lo inesperado se convierten en protagonistas.

Las aventuras del Hijo de la Jungla se encuadran dentro de ese tipo de tebeo bien narrado, tan característico de esos años, donde prima sobre todo la historia y su desarrollo por encima de las florituras artísticas. En otra palabras, como ya hemos dicho, entretenimiento en estado puro y sin pretensiones de ser otra cosa.

Manuel López

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