"El Paladín Audaz"
Los mitos han formado parte de la historia de la humanidad desde sus comienzos. Al principio de los tiempos aparecieron los entes Érebo (tinieblas), Nicte (noche) y Caos. Después de ellos aparecen los primeros seres mitológicos, que son las personificaciones de la naturaleza (Urano, que es el cielo y Gea, que es la tierra. Ambos forman la pareja en el trono divino.) Luego llegaron los Titanes, los hijos de Urano y Gea, que fueron seis varones, por así decirlo: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto y Cronos (el tiempo) y seis hembras, titánides, que fueron Tía, Temis, Mnemósine, Febe, Tetis y Rea.
Fueron Cronos y Rea quienes destronaron a sus creadores y asumieron el trono celestial. Y fue esta pareja la que dio lugar a la primera generación de dioses del Olimpo: Zeus, Poseidón, Hades, Deméter, Hestia y Hera. Del mismo modo que sus "padres" hicieron con sus "abuelos", Zeus y Hera, ahora pareja, destronaron a sus creadores y se instalaron en el trono divino definitivamente. De los enlaces de esta primera generación de olímpicos nace la segunda generación de olímpicos que fueron Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Hermes y Hefesto. Hasta que Zeus y Hera se alzaron en el trono.
El hombre ha creado los mitos, pero con el tiempo esos mitos han acabado moldeando al hombre mismo. En nombre de esas mitologías se han cometido tanto proezas y actos heroicos como salvajes barbaridades. Se han declarado guerras, descubierto y explorado continentes, perseguido etnias, desarrollado investigaciones… todo en o por el nombre de venerables deidades.
Hasta que el auge de la cultura ha conllevado que se de la espalda a la superstición, ya no hay sitio para la fe. Pero en el pasado siglo, sin embargo, surgió un nuevo tipo de mitos y personajes cuasi mitológicos. Ya no son mitos nacidos de una necesidad atávica, ni de un temor ante lo desconocido; al contrario, tienen su origen en mentes ociosas, ansiosas por descubrir nuevas "realidades" y mostrarlas a un público expectante, deseoso de encontrar en ellas algún sentido a su rutinaria existencia. Son los héroes de la historieta, mitos nuevos, mitos renovadores, mitos al fin y al cabo.
En el mundo de la historieta, el mito resucita, más vivo que nunca, continuamente alimentan la hoguera de la fantasía con nuevas creaciones, con nuevos personajes. La historieta es signo de un tiempo y una sociedad, y de las posibilidades presentes o ausentes en un mundo cultural.
La historieta tiene ya más de un siglo, pero apenas en las últimas décadas revolucionó el ambiente "cultural". La aman; la odian; la idolatran; la queman en la plaza pública. Pero, muchísimos, la consumen ávidamente.
Los héroes de la historieta ejercieron una especial fascinación en la chiquillería de nuestra posguerra, especialmente las situadas en el medievo. Si bien los temas tratados eran una interpretación, nunca un reflejo de la que ocurrió, sobresalía más el sentido estético que el rigor histórico. Tebeos como El Príncipe Valiente, El Guerrero del Antifaz o El Capitán Trueno, son la visión que teníamos de la Edad Media. Sin duda la versión de dos clásicos cinematográficos como Robin Hood y Las Cruzadas también contribuyeron a esa visión.
Una de las muchas colecciones situadas en el medievo y de la que guardo un muy grato recuerdo fue:
El Paladín Audaz
Ficha técnica El Paladín Audaz 1957 Editorial: Maga - 35 ejemplares Guión: M. y P. Gago Dibujo: M. Gago | Mis arreos son las armas, Mi descanso es pelear, Mi cama las duras peñas Mi dormir siempre el velar. Cancionero popular. |
El dibujo corre a cargo de Manuel Gago, citado a menudo, demasiado a menudo, como "el creador" de El Guerrero del Antifaz, una especie de manta que parece cubrir sus muchos méritos.
Y es que en su obra Gago vuelve una y otra vez a sus temas y que a pesar que ciertos críticos nieguen sus méritos, ¿por que? nos preguntamos sorprendidos. Las respuestas son variadas pero generalmente se sintetizan en:
- Tiene éxito.
- El volumen de su obra.
Ambas razones son ciertas pero no son limitantes, si tenemos en cuenta el sentido peyorativo que se le daba a la historieta, las condiciones laborables y la censura, resulta mucho más meritoria el trabajo de este autor, que dentro de las limitaciones a las que se veía obligado, fue capaz de legarnos obras como: El Guerrero del Antifaz, El Pequeño Luchador, El Espadachín enmascarado, por solo citar a tres de ellas.
De cara a hacer un repaso a su producción, se posee la innegable ventaja de que prácticamente toda su obra es más que conocida, quien más quien menos todos cuantos fuimos lectores en las décadas de los 40/60 hemos leído algo suyo. Sus dibujos que en ocasiones pueden parecer bocetos, unos dibujos sencillos y directos que nos remiten a la esencialidad, una vía especifica de crear imágenes y que domina a la perfección. Gago es además un eficaz narrador.
ambientación en aras a conseguir una mayor agilidad, pero sin que ello suponga lastre alguno al discurrir de la narración. Todo ello nos lleva a un tipo de dibujo atractivo, muy en consonancia con la historia que se nos está contando. Un dibujo al servicio de la narración
El dibujo de Gago puede gustar o no, pero no deja indiferente. Gago nos ha legado un montón de imágenes inolvidables. En el Paladín Audaz, resulta evidente que los aciertos de realización superan a los del guión. Y sin ser una obra extraordinaria, alcanza un nivel de dignidad y competencia profesional que sería deseable hubieran alcanzado la mayoría de las publicaciones que se lanzaban continuamente al mercado en aquellos irrepetibles años para el mundo del tebeo.
Manuel López.
(1)- El Juicio de Dios -
El Juicio de Dios es una de las antiguas tradiciones de Bretonia, que se utiliza para mantener limpio el honor de la nobleza bretoniana. Cuando un caballero es acusado de haber manchado su honor, o bien de violar el Código de Caballería, tendrá la posibilidad de defenderse y demostrar su inocencia en un Juicio de Dios, en el que se enfrentará en combate singular con su acusador, en caso de que sea un caballero, o con un paladín designado por este, en caso de que no sea un caballero. Así se mantienen la disciplina y el honor entre los caballeros.
El Juicio de Dios es un combate entre acusador y acusado, que puede ser a muerte, o hasta que el vencedor perdone la vida de su adversario ya vencido, limpiando así su honor. El Juicio de Dios comienza como no, con una justa con lanza, y cuando uno de los contendientes es derribado, prosigue con ambos desmontados y armados con armas de mano.
Durante todo el combate el llamado Campo de Honor está rodeado por un muro de Hombres de Armas equipados con escudos para impedir que ninguno de los contendientes abandone antes de zanjar el asunto y dejar satisfecho el honor.
Por cortesís de Pumby y Ulises: El Paladín Audaz.
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